Foro Romano: en el corazón del Imperio
Un recorrido a través de las majestuosas ruinas que fueron el centro político, religioso y social de la antigua Roma. El recorrido es ideal para quienes desean comprender la evolución de Roma desde un pequeño asentamiento hasta convertirse en la capital de un vasto imperio.
Introducción al Foro Romano
Bienvenidos al Foro Romano, el corazón palpitante de la vida pública de la antigua Roma, así como uno de los sitios arqueológicos más impresionantes del mundo. Hoy en día, al pasear entre las ruinas monumentales que se extienden entre el Palatino, el Capitolio y el Coliseo, es difícil imaginar que este valle originalmente era un área pantanosa, utilizada como una necrópolis por las poblaciones establecidas en las colinas circundantes. Fue solo hacia finales del siglo VII a.C., bajo la dinastía etrusca de los Tarquinios, que la zona fue saneada gracias a la construcción de la Cloaca Máxima, un gran conducto de alcantarillado que permitió el drenaje de las aguas y hizo que el área fuera habitable y saludable. Desde ese momento, el Foro comenzó a desarrollarse como el centro político, religioso, comercial y judicial de la ciudad: una verdadera "plaza", como sugiere el término latino "forum", donde se entrelazaban los destinos de la res publica. Con el tiempo, el Foro se enriqueció con templos, arcos triunfales, tribunas, basílicas y monumentos, reflejando el creciente poder de Roma: desde el período monárquico hasta la era republicana, hasta llegar al apogeo imperial. Pero si el Foro fue durante siglos el núcleo de la vida romana, con el fin del Imperio y las invasiones bárbaras conoció una larga decadencia. Sus edificios fueron progresivamente abandonados, desmantelados o transformados en iglesias cristianas, mientras el área terminó siendo rellenada y utilizada como pasto, tanto que, hasta el siglo XVIII, era conocida como "Campo Vaccino". Solo con la época moderna y, en particular, con la Unificación de Italia, comenzaron las excavaciones arqueológicas sistemáticas que han sacado a la luz este extraordinario palimpsesto de historia milenaria.
El Arco de Tito
Bienvenidos al majestuoso Arco de Tito, la monumental puerta de entrada al corazón palpitante de la antigua Roma. Erigido en el año 81 d.C. por orden del emperador Domiciano, este arco triunfal fue dedicado a la memoria de su hermano mayor Tito, en honor a su deificación y a sus hazañas militares, en particular la victoria sobre Judea que culminó con la conquista de Jerusalén en el año 70 d.C., durante la Primera guerra judeorromana. Con una altura de aproximadamente 15 metros y un ancho de 13, el arco está construido en mármol lunense (mármol de Carrara) y es uno de los ejemplos más refinados e influyentes de la arquitectura celebrativa romana. El monumento consiste en un único arco coronado por un ático que alberga la inscripción dedicatoria en letras de bronce (hoy desaparecidas, pero reconstruidas gracias a las huellas dejadas en el mármol). Observando el interior del arco, se pueden admirar dos extraordinarios bajorrelieves: En el lado sur, se representa el cortejo triunfal romano, con los soldados que transportan el botín sustraído del Templo de Jerusalén: entre los objetos sagrados destacan la Menorá (el célebre candelabro de siete brazos), las trompetas de plata y los vasos rituales. Este es uno de los documentos visuales más antiguos del mobiliario del Segundo Templo judío. En el lado norte, el emperador Tito es representado en triunfo sobre un carro cuadriga, acompañado de alegorías divinas: la diosa Roma guía los caballos y la diosa Victoria lo corona con una corona de laurel, símbolo del triunfo y de la gloria eterna. La inscripción en el ático dice: “El Senado y el Pueblo Romano [dedican este monumento] al divino Tito, hijo del divino Vespasiano, Vespasiano Augusto.” La fórmula evoca la práctica de la apoteosis imperial, que veía a algunos emperadores divinizados después de la muerte, consolidando su imagen pública y la legitimidad de la dinastía. El Arco de Tito no es solo una obra maestra artística, sino también un documento político y cultural: testifica el poder de Roma, su capacidad para absorber y representar las culturas sometidas, y al mismo tiempo refleja las tensiones con la provincia de Judea. Durante siglos, el arco ha sido objeto de controversias simbólicas incluso dentro de la comunidad judía, que evitó su paso durante mucho tiempo. Finalmente, este monumento ha tenido una fuerte influencia en la arquitectura celebrativa occidental: ha inspirado arcos triunfales modernos como el Arco de Constantino (a pocos pasos de aquí), el Arco del Triunfo en París e incluso elementos arquitectónicos de la Washington Square en Nueva York.
La Vía Sagrada
Bienvenidos a la Vía Sacra, la arteria principal que atraviesa el vibrante corazón de la antigua Roma. Esta calle, pavimentada con piedra volcánica, no era simplemente un camino de conexión, sino que representaba el mismo símbolo de la grandeza romana. La Vía Sacra fue escenario de momentos solemnes, como procesiones religiosas y cortejos funerarios de personajes ilustres. La Vía Sacra comenzaba en el Arco de Tito, continuaba frente a la Basílica de Majencio, bordeaba el Templo de Antonino y Faustina, pasaba cerca de la Curia y terminaba en el Capitolio. A lo largo de este trazado, los romanos también llevaban a cabo importantes procesiones religiosas, conectando física y simbólicamente los principales templos de la ciudad. El propio nombre, Vía Sacra, se deriva de su papel en las ceremonias sagradas. A lo largo de los siglos, la calle fue varias veces elevada y repavimentada, como lo atestiguan los diversos niveles arqueológicos visibles hoy en día. Observen las piedras desgastadas: son las marcas de miles de pasos que han recorrido este camino durante más de un milenio. Desde los ciudadanos comunes hasta los emperadores más poderosos, todos han caminado por donde ahora caminan ustedes. La Vía Sacra no era solo un lugar de paso, sino un espacio público vibrante, con tiendas, tribunales y lugares de encuentro que la convertían en el verdadero centro de la vida cotidiana romana.
El Templo de Antonino y Faustina
Frente a ustedes se alza uno de los ejemplos más fascinantes de continuidad histórica en el Foro Romano: el Templo de Antonino y Faustina, hoy parcialmente integrado en la iglesia de San Lorenzo in Miranda. El Templo fue erigido en el año 141 d.C. por el emperador Antonino Pío en memoria de su esposa Faustina Mayor, divinizada después de su muerte. A la muerte de Antonino Pío en 161 d.C., el templo también se dedicó a él, como lo refleja la inscripción en el arquitrabe: "Al divino Antonino y a la divina Faustina, por decreto del Senado". Observen el majestuoso pronaos con sus seis columnas corintias de mármol cipollino que se elevan casi 17 metros. Estas columnas monolíticas, con sus características vetas verdosas, fueron transportadas desde la isla de Eubea en Grecia, testimonio de la inmensidad de los recursos del imperio. Durante el siglo VII, el templo se transformó en la iglesia cristiana de San Lorenzo in Miranda, dedicada al diácono y mártir romano Lorenzo. Esta transformación contribuyó a la conservación del edificio a lo largo de los siglos. Durante la Edad Media, se realizaron modificaciones significativas: se construyó una escalinata en el lado del Foro y se adaptó la entrada para su uso litúrgico. En el siglo XVII, el arquitecto Orazio Torriani remodeló la iglesia, creando una nave única con tres capillas laterales. En su interior, se pueden admirar obras de arte destacadas, como el "Martirio de San Lorenzo" de Pietro da Cortona y la "Madonna con Niño y Santos" de Domenichino.
La Basílica de Majencio
Bienvenidos a la Basílica de Majencio, uno de los edificios más impresionantes del Foro Romano. Esta majestuosa estructura comenzó a construirse en el año 306 d.C. por el emperador Majencio, durante uno de los períodos más turbulentos del Bajo Imperio, y fue completada después del 312 d.C. por su adversario y sucesor Constantino. La basílica era un edificio público destinado a albergar tribunales, asambleas y actividades administrativas, y no tenía ninguna función religiosa (a diferencia de las basílicas cristianas que surgirían posteriormente). Era, por lo tanto, un espacio cívico, uno de los lugares más importantes de la vida pública romana. Aquí se llevaban a cabo juicios, se firmaban contratos y se realizaban transacciones comerciales. Sus dimensiones eran extraordinarias: alrededor de 100 metros de longitud, 65 metros de ancho y 35 metros de altura en la nave central. El espacio estaba dividido en tres naves: una central más alta y dos laterales más bajas. La nave central estaba cubierta por tres enormes bóvedas de crucería, una técnica innovadora para la época, ya experimentada en los complejos termales. Las naves laterales, por otro lado, estaban cubiertas por bóvedas de cañón. Toda la estructura se basaba en un esqueleto de pilares y arcos de ladrillo y concreto, originalmente revestidos con mármoles preciosos y estucos. El suelo estaba decorado con losas policromadas de mármol, en estilos similares a los utilizados en los baños imperiales. El acceso principal se realizaba desde el lado oriental (hacia la actual Vía de los Foros Imperiales), donde se encontraba una imponente fachada monumental. En el extremo opuesto, en el lado occidental, estaba colocada una colosal estatua sentada del emperador, de aproximadamente 12 metros de altura: hoy se conservan solo algunos fragmentos (cabeza, mano y rodilla) en los Museos Capitolinos. El piso estaba revestido con mármoles coloridos de alta calidad, mientras que las paredes estaban decoradas con losas de mármol y estucos. La Basílica de Majencio representa perfectamente la transición entre la arquitectura romana clásica y lo que sería la arquitectura bizantina, con su innovador sistema de bóvedas que influenciará profundamente las construcciones posteriores, incluidas las catedrales medievales.
El Templo de Vesta y la morada de las Vestales
Nos encontramos ahora frente al Templo de Vesta. Este pequeño edificio circular, situado en el corazón del Foro Romano, albergaba el fuego sagrado de la ciudad, símbolo de la continuidad y la prosperidad de Roma. Su forma evoca las antiguas chozas itálicas, simbolizando el hogar, ya que Vesta era la diosa del hogar y la casa. La llama se consideraba tan importante que su extinción se interpretaba como un presagio de inminentes calamidades para el Estado. Junto al templo se extiende la Casa de las Vestales, una suntuosa residencia donde vivían las seis sacerdotisas consagradas al culto de la diosa. Estas jóvenes, elegidas entre las familias patricias a la edad de 6-10 años, servían a la diosa durante 30 años, manteniendo un voto de castidad. La casa, conocida como Atrium Vestae, era un complejo extenso con un amplio patio central rodeado de pórticos y ambientes residenciales. Las Vestales gozaban de extraordinarios privilegios: podían testificar en juicios sin juramento, gestionaban propiedades y tenían lugares reservados en los teatros y en los juegos. Sin embargo, si rompían el voto de castidad, el castigo era terrible: ser enterradas vivas. Este complejo nos habla no solo de la religión romana, sino también del papel único que estas mujeres desempeñaban en una sociedad dominada por hombres.
La Curia Julia
Bienvenidos a la Curia Julia. Este edificio, austero y solemne, fue mandado construir por Julio César en el año 44 a.C. para reemplazar la anterior Curia Hostilia, destruida en un incendio durante los enfrentamientos políticos. La nueva sede del Senado debía representar el renacimiento institucional de Roma bajo su control, pero César no vivió para verla completada: fue su heredero Augusto quien la inauguró en el 29 a.C., integrándola en el vasto programa de monumentalización de la ciudad. Observen la imponente fachada de ladrillo: su sorprendente conservación se debe a la conversión en iglesia cristiana (San Adriano al Foro) en el siglo VII, lo que la protegió del saqueo de materiales, destino común de muchos edificios romanos. En el interior, todavía se puede admirar el pavimento original en opus sectile, un refinado mosaico de mármoles policromos y preciosos provenientes de todos los rincones del Imperio. Las paredes, una vez revestidas de mármoles preciosos, albergaban estatuas de deidades y emperadores. La Curia Julia podía albergar a unos 300 senadores, representantes de la clase dirigente romana, que aquí discutían leyes, ratificaban tratados, aprobaban guerras o distinciones, e incluso decretaban deificaciones póstumas de los emperadores. La Curia era más que un simple edificio: representaba el corazón político de Roma, donde se discutían leyes, declaraciones de guerra y tratados de paz. Notable es también la acústica del ambiente, diseñada para amplificar la voz de manera natural, y las proporciones del aula —anchura, longitud y altura idénticas, en un perfecto equilibrio simbólico. La Curia Julia, en fin, no era solo un edificio administrativo: era el templo de la palabra, el espacio donde se ejercía el supremo poder de la deliberación.
La Rostra: la voz de la República
La tribuna de los oradores, conocida como Rostra, debe su nombre a los "rostra", los espolones de bronce de las naves enemigas capturadas durante la victoria naval contra los Anzios en el 338 a.C., que se utilizaron para decorar esta plataforma como símbolo de poderío militar. Originalmente situada en el Comitium, la tribuna fue reconstruida y trasladada a su ubicación actual en el Foro Romano por Julio César en el siglo I a.C., y completada por Augusto. La nueva estructura, conocida como Rostra Augusti, se alzaba sobre un basamento de mampostería recubierto de mármol, decorado con los rostra de las naves enemigas, y medía aproximadamente 24 metros de longitud por 3 metros de altura. Desde esta plataforma, los oradores más célebres de la historia romana se dirigían al pueblo. Desde aquí Marco Antonio pronunció el famoso discurso fúnebre para César, descrito también por Shakespeare, que inflamó a la multitud contra los conspiradores. Cicerón pronunció sus Filípicas contra Marco Antonio, e innumerables tribunos de la plebe presentaron sus propuestas de ley a los ciudadanos. Los Rostra representaban el corazón palpitante de la democracia romana, el lugar donde la política y la retórica se fusionaban, donde las palabras podían determinar el destino del Imperio. Aquí se decidía el futuro de Roma, a través del arte de la persuasión y el poder de la palabra, en una época en la que la elocuencia era considerada una de las más altas virtudes del ciudadano romano.
El Arco de Septimio Severo
Majestuoso e imponente, el Arco de Septimio Severo se erige al noroeste del Foro Romano, testigo silencioso de más de dieciocho siglos de historia. Construido en el 203 d.C., este monumental arco triunfal celebra las victorias militares del emperador Septimio Severo y de sus hijos Caracalla y Geta en las campañas contra los partos, antiguo pueblo del actual Irán. El arco mide casi 23 metros de altura y 25 de ancho, y está enteramente revestido de mármol blanco de Proconneso (actual Turquía), descansando sobre una robusta base de travertino. La estructura cuenta con tres arcadas: una central más amplia y dos laterales más pequeñas. Observen los cuatro grandes paneles en relieve sobre los pilares: narran las diversas fases de las campañas partas con una extraordinaria riqueza de detalles. No solo batallas y asedios, sino también momentos simbólicos como la allocutio (discurso del emperador a las tropas) y la presentación de los soberanos derrotados. Por encima de la arcada central, la inscripción dedicatoria ha sido objeto de una notable intervención histórica: originalmente mencionaba también a Geta, pero después de que Caracalla hizo asesinar a su hermano en el 212 d.C. para eliminar cualquier rival al trono, su nombre fue borrado en todas partes, incluida esta inscripción. Este acto, conocido como damnatio memoriae, era una condena al olvido impuesta por el Senado o por el propio emperador, destinada a eliminar cualquier rastro oficial de la persona afectada. En otro tiempo, encima del arco se erguía una majestuosa cuadriga de bronce, con Septimio Severo al mando, flanqueado por sus hijos. Por desgracia, de este conjunto escultórico hoy no queda rastro, probablemente destruido o reutilizado a lo largo de los siglos. En la Edad Media, el arco fue incorporado a la iglesia de los Santos Sergio y Baco, contribuyendo así a su preservación.
El Templo de Saturno
Delante de ustedes se alzan majestuosas las ocho columnas corintias de granito gris y rosa, testigos silenciosos de uno de los edificios más importantes de la antigua Roma: el Templo de Saturno. La primera construcción data del año 497 a.C., apenas unos años después de la expulsión de los reyes etruscos y el nacimiento de la República romana. En ese contexto, dedicar un gran templo a Saturno, divinidad de la edad de oro y la abundancia, tenía un valor político: celebrar un nuevo comienzo bajo el signo de la prosperidad y la estabilidad. Sin embargo, el templo fue reconstruido varias veces, la última en el año 283 d.C., después de un incendio que lo devastó. Las imponentes columnas aún sostienen parte del frontón donde se puede leer: SENATUS POPULUSQUE ROMANUS INCENDIO CONSUMPTUM RESTITUIT, en recuerdo de la reconstrucción deseada por el Senado y el pueblo romano. Este templo no era solo un lugar de culto dedicado a Saturno, antigua divinidad itálica de la agricultura y del tiempo, sino que también albergaba el Aerarium, el tesoro público de Roma. Aquí se custodiaban las reservas de oro del Estado, los documentos públicos más importantes y los emblemas militares. Durante los Saturnalia, festividad celebrada entre el 17 y el 23 de diciembre, el templo se convertía en el punto central de uno de los momentos más esperados del año. Estatuas que representaban al dios Saturno eran simbólicamente liberadas de los vínculos de lana que normalmente las cubrían, en señal de relajación de las reglas. Era asimismo un periodo de inversión de jerarquías y los esclavos podían sentarse a la mesa con los amos. La ubicación del templo, al pie del Capitolio, no era en absoluto casual. Cualquiera que entrara en el Foro pasando por el Clivus Capitolinus se encontraba primero con esta imponente construcción, un mensaje visual inmediato del poder y la estabilidad de Roma. El podio, de toba y travertino, sobrevive hoy como uno de los mejores ejemplos de la técnica constructiva romana republicana.
El Templo del Divino Julio
Aquí, en el corazón de la antigua Roma, se erigía el Templo del Divino Julio, construido precisamente en el lugar donde fue cremado Julio César después de su famoso asesinato en los Idus de marzo del 44 a.C. La idea de construir un templo en su honor fue de Octavio, el futuro Augusto, quien deseaba tanto rendir homenaje a su padre adoptivo como reforzar su propio poder político. El templo fue inaugurado en el 29 a.C., durante los triunfos de Octavio tras su victoria en Egipto. Este sitio se convirtió en el primer templo dedicado a un ciudadano romano divinizado, marcando el inicio del culto imperial. Intenten imaginar cómo era la estructura en su tiempo: se alzaba sobre un alto podio, decorado con rostras, los característicos espolones de bronce de las naves enemigas, símbolo de la victoria de Actium. En la fachada, probablemente había columnas jónicas o corintias, y en su interior una estatua de César con una estrella sobre la cabeza, indicando su ascenso entre los dioses. Hoy en día se pueden ver parte del podio en bloques de toba y travertino, y justo en el centro, una nicho rectangular: aquí se encontraba el altar funerario sobre el cual se quemó el cuerpo de César.
Foro Romano
Foro Romano: en el corazón del Imperio
Idioma del itinerario:
Introducción al Foro Romano
El Arco de Tito
La Vía Sagrada
El Templo de Antonino y Faustina
La Basílica de Majencio
El Templo de Vesta y la morada de las Vestales
La Curia Julia
La Rostra: la voz de la República
El Arco de Septimio Severo
El Templo de Saturno
El Templo del Divino Julio